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sábado, 23 de abril de 2011

Ballet romántico



El ballet romántico aparece a principios del siglo XIX sustituyendo al ballet de acción del que Jean-Georges Noverre fue el gran teórico. El período del ballet romántico duró unos treinta años; de 1815 a 1845-1850.
Una era nueva comienza y la danza no se queda al margen: todos los artistas sueñan con un arte revolucionario que aleje los demonios del Antiguo Régimen, con un nuevo aire, lírico, exótico, mágico, sensual.
Charles Didelot (Un discípulo de Noverre), de paso por París en 1815, representó Flore et Zéphire en la Ópera de París, en esta obra los bailarines flotaban sobre el escenario, estando suspendidos por hilos de acero. Fue un descubrimiento para el público que, por primera vez, contemplaba una danza aérea, etérea, un verdadero espectáculo.
El ballet romántico abandonó, progresivamente, los mitos de la Grecia antigua para basarse en la Mitología nórdica poblada de elfos hadas y trolls. Es el reinado de la bailarina, pálida y etérea, encarnando la nostalgia y la melancolía, vestida con vaporosas muselinas y coronada de flores del campo. El bailarín queda en Francia reducido a su cometido de porteur (portador) poniendo de relieve la gracia a la delicadeza de su pareja.
El primer gran ballet romántico fue La Sílfide, estrenada en la Ópera de París el 12 de marzo de 1832 por Filippo Taglioni y representada por su hija Marie. Es la apoteosis del ballet blanco, que triunfará durante treinta años. Este ballet, el ballet blanco todavía perdura en nuestros tiempos, por ejemplo con el ballet de El lago de los cisnes.

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